POR LA DEMOCRACIA DOMINICANA

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Rescatemos sus instituciones

domingo, 5 de octubre de 2008

Columna Invitada:

RÉQUIEM POR EL BOSCHISMO EN EL PLD DE LEONEL

Por Luis R. Decamps R. (*)

En la primera semana de diciembre del año de 1973, el profesor Juan Bosch, hasta ese momento presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), tras varios meses de controversia tanto pública como detrás de los biombos, anunció su dimisión de esta última organización política y la inmediata fundación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El ilustre intelectual y político vegano explicó a la sazón, para justificar su postura, que el PRD no sólo “se había derechizado” sino que virtualmente había sido tomado por dirigentes que únicamente pensaban en “sus intereses y ambiciones personales”, por lo que se imponía crear una entidad nueva, con lo mejor de aquel viejo partido, que abrazara el ideal de la liberación nacional y asumiera la tarea histórica de “terminar la obra de Juan Pablo Duarte y los fundadores de la República Dominicana”.



La cortante posición de ruptura de Bosch, como es harto sabido, en realidad se había estado acunando años antes en la radicalización que experimentó su pensamiento político luego del derrocamiento de su gobierno en septiembre de 1963 y de la guerra civil de abril-agosto de 1965 (radicalización que entrañó más adelante la abominación de la “mentada democracia representativa”, la denuncia del “pentagonismo” imperialista y la asunción de la ideología marxista en su vertiente filosófica, sociológica y metodológica) y, en los últimos tiempos, en las discrepancias sobre el tema de las alianza y en torno al desembarco guerrillero de febrero de 1973 que encabezó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.

El PLD, pues, en honor a la más estricta verdad, nació de las entrañas del PRD como la negación “dialéctica” de éste (especialmente de sus “prácticas clientelares, populistas e individualistas”, según se lee todavía en su sitio oficial de la Internet), y desde sus inicios se abrazó al pensamiento anti-imperialista, anti-capitalista, revolucionario, filo-socialista y marxista no leninista de su fundador. Conforme a una elaboración conceptual posterior, para los líderes del nuevo partido el PRD había “cumplido su misión histórica”.

Mas aún: el PLD, a tono con las ideas y el ejemplo de Bosch, asumió la crítica del balaguerismo gobernante y del “viejo PRD” desde una óptica de moralidad y pureza ideológica rayanas en el fundamentalismo ético y político, hasta el punto de que durante muchos años operó como una logia cuyas puertas sólo estaban abiertas para los elegidos, pues había que superar varias pruebas de militancia marginal y de suficiencia intelectual (venta del periódico “Vanguardia del Pueblo”, participación en “esfuerzos concentrados” y período de educación básica y “unificación de criterios” en un Círculo de Estudios) para acceder a su membresía.

Desde 1973 hasta 1990, el PLD, conducido con reciedumbre y experticia por Bosch (en compañía de un Comité Político integrado básicamente por jóvenes intelectuales de clase media) se caracterizó por ser una entidad partidista realmente distinta (esto es, en nada parecida ni al reformismo ni al perredeismo ni al izquierdismo radical de la época), y en muchos sentidos devino una escuela cotidiana bajo cuyo signo doctrinario se formó un importante contingente de novicios dirigentes políticos que se destacaron en la sociedad dominicana por su inteligencia, su sobriedad, su capacidad intelectual, su apego a la moralidad y su rechazo al pancismo, al oportunismo y al clientelismo.

El verdadero fundamento ideológico del PLD, en el período citado, era el boschismo, pues la generalidad de las ideas que eran transmitidas a sus miembros y prosélitos procedía del pensamiento de su fundador (contenido en sus escritos, en sus discursos, en sus presentaciones ante los medios de comunicación y en su praxis política). Bosch, como ya se insinuó, se definía como marxista “no leninista”, y en sus análisis insistía siempre en aplicar el instrumental metodológico de la doctrina de Marx y Engels al estudio del pasado y el presente de nuestro país a los fines de procurar una interpretación nacional. Por eso, entre otras razones, concibió al PLD como un partido de liberación nacional en una época en que estaba de moda fundar agrupaciones marxistas declaradamente comunistas.



El autor de estas notas ha sostenido que la transfiguración histórica del PLD se amamantó en 1990 con algarabía en las oficinas de campaña de la entidad (cuando sus responsables, debido a las posibilidades de victoria que acusaba la candidatura presidencial de Bosch, pasaron a manejar cuantiosos recursos logísticos y financieros facilitados por grupos de influencia para estar cubiertos “por si las moscas” esas expectativas de triunfo se concretaban) y avanzó en la medida en que los electos congresistas y funcionarios municipales probaban las “delicias” del ejercicio del poder público.

Naturalmente, un nítido efecto del inicio de la transfiguración fue el estallido de graves discrepancias internas, al transcurrir las elecciones de 1990, que intentaron ser parapetadas detrás de las formulaciones críticas al manejo de la estrategia de campaña. Bosch, sin embargo, siempre directo y de acrisolada honestidad, públicamente expuso las verdaderas raíces de la crisis interna en marzo de 1991: “…muchos dirigentes se habían contaminado de ambiciones personales”. La realidad era más que obvia: en esta época empezó a morir el boschismo dentro del PLD.

La crisis de conciencia que condujo a la muerte del boschismo en el PLD fue relativamente corta (menos de cuatro años) si se toma en cuenta que Bosch estaba vivo, y aunque en principio se desarrolló con cierta lentitud debido a su presencia en la organización, tan pronto él la abandonó físicamente la agonía se aceleró: sus discípulos estaban urgidos de “superar” las “necedades” y los radicalismo de su maestro (que se habían convertido en serios impedimentos para el acceso del partido a las cumbres del gran poder) y tomar el camino de la contemporización y la moderación.

Los “muchachos” que en 1973 habían renunciado del PRD porque éste representaba “lo viejo” y ellos “lo nuevo” en la sociedad dominicana (claro, ahora ya casi todos canutos e inclusive algunos hasta con arrugas), desde mediados de los años noventa se sacudieron el boschismo del cuerpo y del alma (como se hace con la molestosa polvareda que cae a veces sobre la ropa o con los urticantes pruritos de la conciencia) y soltaron sus amarras políticas e ideológicas (de manos de un conocido constructor multimillonario) en dirección a quien en aquellos momentos le podía garantizar las llaves del gobierno central: el doctor Joaquín Balaguer, ya “al borde del sepulcro” -según él mismo- pero todavía con una considerable fuerza electoral en su faltriquera y con el corazón lleno de ronchas por la impronta de malestar que le había dejado la imposición del Pacto por la Democracia.

El boschismo murió definitivamente en el PLD en el acto de proclamación del Frente Patriótico en el Palacio de los Deportes de la ciudad de Santo Domingo en el mes de junio del año de 1996 cuando el doctor Balaguer, con el aplauso delirante de los peledeístas, le levantó las manos al doctor Leonel Fernández y, de este modo, lo convirtió en su delfín político del momento. En esta parafernalia simbólica también participaron el doctor Fernández Mirabal y el propio profesor Bosch, si bien este último con miradas, gestos y sonrisas que eran evidentes muestras de que no sabía lo que estaba haciendo.

Con ese colorido y bullicioso espectáculo, valga la insistencia, los “muchachos” del PLD le cantaban el réquiem al boschismo, y lo dramático y terrible no era el montaje de la actividad en sí misma (tan de aquí y tan nuestra, al fin y al cabo) sino que enterraban su vieja ideología en presencia de su propio creador…Ciertamente, era el colmo del desenfado, pero la generalidad de los dominicanos pensó (según se infiere de los resultados electorales que le sucedieron a este acto), como el bardo, que culpas eran “del tiempo y no de España”.

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